El niño celtíbero y la náyade

Una hermosa leyenda pastoril

En los últimos posts la Fundación Aurora, en su afán por transmitir nuestra cultura a niños y jóvenes, ha escogido la historia de los pueblos prerromanos.

Mediante la misma se persigue lo siguiente: Primero, motivar a los historiadores expertos a preparar unas fichas informativas que lleguen de mano de los colegios. Segundo, integrar a todos los profesionales y aficionados a esta etapa como simpatizantes de la fundación y alentarlos a elegir a un miembro del Patronato y tercero, lograr que los museos, yacimientos y centros de interpretación relacionados con dichos pueblos se pongan en red y así generen un gran movimiento de turismo cultural.

La leyenda pastoril de tradición clásica, que hoy nuestra narradora Anita contará, la protagonizan un niño y su perro en un bellísimo paraje natural: la Hoz del río Dulce.

HOZ_RIO_DULCE

Las aguas del río Dulce, claras y cristalinas como ni en sueños imaginarías, han abierto una profunda garganta en las rocas sedimentarias formadas en el fondo de un mar prehistórico.

A finales de la primavera, cuando los rayos del sol secaban los pastos, un niño y su perro conducían su rebaño de ovejas a pastar a este mágico lugar.

Allí, bajo un cielo de azul intenso, transcurrían felices sus días. La primavera avanzaba y las ovejas parían a sus corderos, que retozaban alegres por los prados junto al río. Los días eran más largos y daban paso a los primeros calores del verano.

El niño se distraía cantando bellas canciones acompañado por la siringa y recitando poemas de amor.

Cerca, escondida en las aguas del río Dulce, lo escuchaba la náyade que allí habita, enamorada.

Sin embargo, este paisaje bucólico, esta felicidad perfecta se veía turbada a menudo cuando los caballos de la diosa Épona descendían a la Hoz del río Dulce a pastar y abrevar. Y es que estos ágiles e indómitos caballos blancos como la nieve, al trotar por el agua, la ensuciaban.

Anita te dirá que todos los ríos y fuentes, por pequeños que sean, son el hogar de una náyade. Y cuando el agua se ensucia y contamina, la náyade enferma. Por esta razón, la náyade le pidió al niño que domesticara los caballos de la diosa. Pero dejemos esta parte para mañana.

Aunque quizá ya conozcas la imagen de la náyade que habita en la Hoz del río Dulce, te la mostramos de nuevo.

NAYADE_1

Seguro que la has visto muchas veces. La dibujó nuestra ilustradora Carolina Sans siguiendo las instrucciones de Anita, quien la vio saliendo de las aguas del río en el bello pueblo de Pelegrina.

Las náyades son Inmortales, es decir, no tienen cuerpo. Son azules, como el color del cielo cuando está libre de nubes y contaminación.

En la realidad, se aparecen bajo múltiples disfraces o permanecen ocultas a nuestros ojos. Mas podemos verlas en su aspecto verdadero si las sorprendemos cuando salen del agua a peinar sus cabellos de oro bajo los rayos del sol.

En Occitania las llaman ‘les daunas d’ayga’, en Alvernia ‘les danne d’aigüe’, en Aragón ‘las moras’, en Asturias ‘las xanes’, en Euskadi ‘las lamiak’, en Cantabria ‘las anjanas’ o mozas de agua. Y en Catalunya ‘les dones d’aigua’.

Son genios que favorecen los nacimientos y la fertilidad, dan vida y regeneran constantemente la creación.

La leyenda enseñará a los niños y jóvenes el inmenso valor de conservar la naturaleza virgen y esta náyade simbolizará el agua pura.

Entra en la página web www.lahozdelriodulce.com y encontrarás más información.

Los estatutos de la Fundación Aurora indican que se financiará a través de las pequeñas aportaciones de los simpatizantes y de la venta de merchandising.

Carnet de simpatizante de la Fundación Aurora

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PELEGRINA